sábado, 26 de febrero de 2011

Frikis


Según wikipedia, "el término friki o freak (en español) se utiliza (...) para indicar a una persona o grupo que presenta interés por lo general, por un tema específico, que comúnmente domina o en el que se especializa, y por ello puede llamar la atención de otras personas". Esta palabra se usa para insultar a otros y no comprendo porqué. Cuando estudiaba el CAP un profesor dijo que se había inventado lo de niño con "necesidades educativas especiales" porque insultar diciendo tonto, bobo, idiota era de mal gusto ya que había personas que tenían esa minusvalía. Como el insulto debe ser una palabra corta (para decirla por la ventana del coche a tiempo), lo de "necesidades educativas especiales" ya no sirve y no se insulta a esas personas especiales comparándolas con las personas a insultar. Ahora ocurre algo parecido con esta palabra; pero si miramos bien la definición cabe mucha gente ahí dentro, no sólo los que se disfrazan de manga o de la Guerra de las Galaxias. ¿Los nazarenos son frikis o por ser una costumbre de 500 años deja de ser friki? ¿los que van a la ópera vestidos de largo y pingüinos tampoco lo son porque es una "afición culta al arte"? ¿son frikis los ciclistas? ¿y los que van al gimnasio? ¿y los que tenemos la costumbre de beber libros?... No me gusta que se emplee esa palabra para insultar porque, mirándolo bien, casi todos somos frikis (yo el primero) y no quiero que me comparen con los impresentables a quién se quiere insultar. Si alguien quiere insultar a otro comparándolo con otra persona, que la compare con sí mismo, con el que lanza el insulto... posiblemente ande más cerca de la verdad. Saludos.

martes, 8 de febrero de 2011

Blog interesante


He encontrado el blog de "Todoproductividad" que os enlazo en mi lista de blogs... es muy interesante.

sábado, 5 de febrero de 2011

Velikovsky


"Cuando unos pocos astrónomos denunciaron al americano de origen ruso Immanuel Velikovsky, sin saberlo proporcionaron a este hombre (y de rebote, a sus seguidores) un aura de mártir, la cual fue asiduamente cultivada por él (y por ellos), si bien ningún mártir en el mundo fue dañado tan levemente o ayudado tanto por las denuncias.
De hecho, yo solía pensar, que fueron íntegramente las denuncias científicas las que colocaron a Velikovsky en la cima y que, si el astrónomo americano Harlow Shapley tan sólo hubiera tenido la sangre fría de ignorar la locura velikovskiana, ésta habría perecido de muerte natural.
Pero dejé de pensarlo. Ahora tengo una fe mayor en el saco sin fondo de credulidad que los seres humanos llevan a espaldas. Después de todo, considere a Von Däniken y sus astronautas de la antigüedad. Los libros de Von Däniken son incluso menos razonables que los de Velikovsky y están mucho peor escritos, y a pesar de ello funcionan bien. Además, hasta donde conozco el tema, ningún científico se ha dignado a rebatir a Von Däniken. Quizá esto se deba a que los científicos piensen que semejante actitud le proporcionaría demasiado honor, ocurriendo lo mismo que con Velikovsky.
De esta manera, Von Däniken ha sido ignorado, y debido a ello es incluso más afortunado que Velikovsky, y obtiene más dinero.
Ya ven, pues, cómo elijo mis "imposibles". Yo decido que ciertas herejías son ridículas e indignas de crédito, no tanto porque la palabra de la ciencia diga "¡Esto no es así!", sino porque la palabra de la no-ciencia dice "¡Lo es!" con tanto entusiasmo. No es tan grande la confianza que me merece el buen hacer de los científicos como la del mal hacer de los acientíficos.
Dicho sea de paso, admito que mi confianza en el acierto de los científicos, es en cierta manera débil. Los científicos se han equivocado incluso estrepitosamente, muchas veces. Ha habido herejes que han desafiado al sistema científico, siendo perseguidos por ese motivo (tan lejos como es capaz de perseguir el sistema científico), y resultando finalmente que era el hereje el poseedor de la razón. Esto no ha sucedido una vez, insisto, sino muchas.
Incluso esto no ha modificado la confianza que esgrimo cuando arremeto contra las herejías que denuncio, dado que en aquellos casos ganados por los herejes, el público, casi siempre, se ha mantenido al margen.
Cuándo en la ciencia se introduce algo nuevo, cuando remueve las estructuras, cuando ello finalmente debe ser aceptado, normalmente es algo que excita a los científicos -¡ciertamente que sí!- pero que sin embargo no provoca ninguna ansiedad entre el público en general -a no ser para pedir la cabeza del hereje-.
Para comenzar tomemos a Galileo, dado que es el santo patrón (¡pobre hombre!) de todos los excéntricos autocompasivos. Ciertamente, Galileo no fue inicialmente perseguido por los científicos por sus "errores" científicos, sino por los teólogos, debido a sus muy reales herejías (que por cierto fueron suficientemente reales para las normas del siglo XVII).
Pues bien, ¿creen acaso que el público en general apoyó a Galileo? Por supuesto que no. No hubo ningún grito en su favor. No hubo ningún gran movimiento en favor de que la Tierra girase en torno al Sol. No hubo ningún movimiento "Sol-centrista" que denunciara a las autoridades acusándolas de conspiración para ocultar la verdad. Si Galileo hubiese sido quemado en la hoguera, como lo fue Giordano Bruno una generación antes, la acción probablemente habría ganado popularidad, al menos entre aquella parte del público que presenciaba los castigos en primera fila.
O consideren el caso de herejía científica mas impresionante desde Galileo, el del naturalista inglés Charles Robert Darwin. Darwin recogió evidencias en favor de la evolución de las especies mediante selección natural, y lo hizo cuidadosa Y pacientemente durante décadas, tras lo que publicó un libro meticulosamente razonado que establecía el hecho de la evolución hasta un punto en que ningún biólogo racional puede negarlo (5), aunque se polemice acerca de los detalles del mecanismo evolutivo.
Bien, ¿creen acaso que el público general se puso al lado de Darwin y su pintoresca teoría? Esta era ciertamente conocida. Su teoría causó tanto impacto en su día como el causado por Velikovsky un siglo después. Resultaba ciertamente pintoresco -¡imagínense las especies desarrollándose mediante mutaciones completamente aleatorias, y seres humanos arrancando do criaturas de aspecto simiesco!-. Ningún escritor de ciencia ficción imaginó jamás algo tan rotundamente asombroso, dado que la gente, desde su primerisima infancia había tomado como verdad absoluta el hecho de que Dios creó todas las especies tal como son, en el plazo de unos pocos días, y que el hombre en particular fue hecho a semejanza divina.
¿Suponen que el público en general apoyó a Darwin de forma entusiasta, convirtiéndole en alguien rico y respetable, y denunciando al sistema científico por la persecución de que era objeto? Bien saben que no. El apoyo hacia Darwin provino de los científicos. (El apoyo de cualquier herejía científica racional proviene de los científicos, aunque normalmente, al principio, de una minoría).
De hecho, no sólo entonces estuvo el público en general contra Darwin, sino que lo está ahora. Me consta que, si ahora mismo se pidiera votar en los Estados Unidos sobre si el hombre fue creado repentinamente a partir del barro o si por el contrario éste es consecuencia de complejos mecanismos de mutación y de selección natural durante millones de años, una gran mayoría votaría por el barro.
Existen otros casos, menos celebres, donde la gente no llegó a sumarse a los perseguidores simplemente porque desconocía el mínimo argumento.
En 1930 el más eminente químico en vida era el sueco Jöns Jakob Berzelius. Berzelius elaboró una teoría sobre la estructura de los compuestos orgánicos, basada en la evidencia disponible hasta entonces. El químico francés August Laurent reunió una evidencia adicional que mostraba que la teoría de Berzelius no resultaba correcta. El mismo sugirió una nueva teoría propia que resultaba mas precisa y que, en su esencia, todavía hoy posee fuerza.
Berzelius, que además de anciano era muy conservador, fue incapaz de aceptar la nueva teoría. Su respuesta fue un duro ataque y ningún químico mínimamente bien considerado de la época tuvo el valor de enfrentarse al gran sueco.
Laurent no se retractó y continuó acumulando evidencias. Por ello se le premió siendo vetado en los laboratorios más famosos y haciéndole permanecer en provincias. Se cree que contrajo tuberculosis a resultas de trabajar en laboratorios fríos e insanos, muriendo en 1853 a la edad de cuarenta y seis.
Una vez muertos Laurent y Berzelius, la nueva teoría de Laurent comenzó a ganar terreno. De hecho, un químico francés que inicialmente había apoyado a Laurent, pero que se retractó ante el descontento de Berzelius, aceptaba ahora esta teoría y lo que es más, la intentaba hacer pasar por suya propia. (Los científicos son, además, humanos.)
Pero esto no es lo más triste a que ha podida llegarse. El físico alemán Julius Robert Mayer, por su liderazgo en la ley de conservación de la energía en 1840, fue llevado la locura. A Ludwig Boltzmann, el físico austríaco, por su trabajo en la teoría de la cinética de los gases a finales del siglo pasado. se le empujó al suicidio. El trabajo de ambos hoy en día está aceptado y considerado a toda prueba.
¿Qué es lo que el público hizo frente a todos estos casos? Nada. ¿Por qué nada? Nunca se enteró de su existencia. Nunca les preocupó. Ello no concernía a ninguno de sus grandes intereses. Y aún más, si quisiera adoptar una postura totalmente cínica, diría que los herejes acertaron y que el público, de alguna manera enterado de ello, bostezaba mientras tanto.
Esta clase de cosas también suceden en el siglo veinte. En 1912 un geólogo alemán, Alfred Lothar Wegener, presentó al mundo sus ideas sobre la deriva continental. Imaginaba que todos los continentes inicialmente habían constituido un sólo bloque de tierra y que este bloque, que denominó "Pangaea", se fragmentó en porciones que flotaron por separado. Sugirió que la tierra flotaba sobre un lecho de roca blanda y semisólida, que permitía separarse a los fragmentos continentales por su flotación.
Desgraciadamente, la evidencia parecía sugerir que el lecho rocoso era muchisimo más rígido y duro como para permitir la deriva de los continentes, y las nociones de Wegener se rechazaron y fueron incluso objeto de burla. Durante un cuarto de siglo, la poca gente que apoyó la ideas de Wegener tuvo dificultades para lograr concesiones académicas.
Luego, tras la Segunda Guerra Mundial, nuevas técnicas de exploración del fondo marino permitieron descubrir las grietas terrestres, el fenómeno de expansión tierra-agua, la existencia de placas superficiales, y ello hizo obvio que la corteza terrestre era un conjunto de grandes fragmentos en constante movimiento y que los continentes se desplazaban subidos en estos fragmentos. La deriva continental, o las "placas tectónicas" como más propiamente se denomina, se convirtió en la piedra angular de la geología.
Yo personalmente puedo dar testimonio de este cambio. En las dos primeras ediciones de mi "Guide to Science" (Basic Books, 1960, 1965), mencioné la deriva continental, rechazándola con todo convencimiento en un sólo párrafo. En la tercera edición (1972) dediqué varias páginas a ello y admití mi equivocación por haberla rechazado con tanta ligereza. (De hecho, esto no supone ninguna desgracia. Si siguen las evidencias, deberán cambiar su convencimiento según vayan llegando evidencias adicionales que invaliden a las anteriores. Son aquellos quienes apoyan ideas por razones emocionales los que no pueden cambiar. La evidencia adicional no afecta a las emociones.)
Si Wegener no fuera un verdadero científico, podía haberse hecho a sí mismo rico y famoso. Todo lo que tendría que haber hecho sería tomar el concepto de la deriva continental y echarlo por tierra haciéndole que sirviera de explicación a los milagros de la Biblia. La expansión de Pangaea podría ser la causa, o el efecto, del Diluvio Universal. La formación de la Gran Grieta Africana podría haber ahogado Sodoma. Los israelitas cruzaron el Mar Rojo porque sólo tenía media milla de ancho en aquellos días. Si él hubiera dicho todo eso, el libro habría sido devorado y podría haberse retirado gracias a los derechos de autor.
En concreto, si cualquier lector desea hacer esto ahora, está aún a tiempo de hacerse rico. Cualquiera de los temas señalados en este artículo como inspiración de ese libro será aceptado sin reparos por la masa de "verdaderos creyentes," se lo aseguro.
A tal objeto presento una nueva versión del Corolario de Asimov, que puede servirles para decidir qué creer y que rechazar:

Si una herejía científica es ignorada o rechazada por el público, existe alguna posibilidad de que sea correcta. Si una herejía científica es apoyada emocionalmente por el público en general, casi seguro que está equivocada.

Habrán advertido que en mis dos versiones del corolario de Asimov, he deslizado cuidadosamente una cuestión. En la primera decía que los científicos estarían "probablemente acertados". En la segunda, que el público estaría "casi con seguridad equivocado". No soy absoluto. Adivino algunas excepciones.
Obviamente, no sólo la gente es humana, ni lo son solo los científicos, sino que yo también soy humano. Yo quiero que el universo sea como a mi me gusta que sea, y ello me parece de lo más lógico. Yo quiero que las tonterías, los juicios emocionales estén siempre equivocados.
Desgraciadamente, no puedo tener un universo de la forma que yo quisiera, y una de las cosas que me convierten en un ser racional es el darme cuenta de ello.
En alguna parte de la historia se han dado contados casos en los que la ciencia dijo "no" y el público en general, por razones completamente emocionales, "si", estando en lo cierto el público. A propósito de esto, expongo un ejemplo en medio minuto.
En 1978, el médico inglés Edward Jenner, guiado por habladurías de vieja, basadas en el tipo de evidencia anecdótica que desprecio, indagó para ver si una leve enfermedad de las vacas podría efectivamente conferir inmunidad a los seres humanos contra la mortal y temida enfermedad de la viruela. (No sé contentó con la evidencia anecdótica, entiendan, él experimentó.) Jenner encontró que las viejas estaban acertadas e introdujo la técnica de la vacunación. El sistema científico de la época reaccionó ante la nueva técnica con el mayor de los recelos. De haber estado en sus manos, esta técnica habría quedado sepultada.
Sin embargo, la aceptación popular de la vacunación fue inmediata y completa. La técnica se extendió por toda Europa. La familia real inglesa fue vacunada; el Parlamento inglés otorgó a Jenner diez mil libras. De hecho, a Jenner se le dio un estatus semidivino.
Resulta fácil ver el porqué. La viruela fue una enfermedad increíblemente terrible, ya que cuando no producía la muerte, desfiguraba para siempre. Por otro lado, el público en general estaba casi histérico por el deseo de creer que un simple pinchacito de aguja pudiera evitar semejante enfermedad.
Y en este caso ¡el público tenia la razón! El universo fue como éste quería que fuese. A los dieciocho meses de introducirse la vacunación, por ejemplo, el número de muertos por la viruela en Inglaterra se redujo a un tercio de los que antes se daban.
De modo que, ciertamente, hay excepciones. La imaginación popular algunas veces es correcta.
Sin embargo a menudo no lo es, y debo decirles que no me quita el sueño la posibilidad de que cualquiera de los entusiasmos populares de hoy día tengan alguna posibilidad de ser científicamente correctos. No me quita una hora de sueño, ni tan sólo un minuto." (Isaac Asimov)

jueves, 3 de febrero de 2011

Noticia interesante


En el documento "Millenium Indicator", al valorar una serie de datos sobre mortalidad infantil en menores de uno y de cinco años, UNICEF deja muy claras ideas como las siguientes: "Estos datos muestran una fuerte evidencia de que los indicadores de mortalidad han disminuido entre 1990 y 2002, tanto en países en vías de desarrollo - con la excepción de Irak - como en los países desarrollados, y que ambos indicadores son mucho mayores en los países en desarrollo que en los desarrollados. Esto último demuestra que la mortalidad infantil está vinculada a problemas de salud general (acceso al sistema sanitario, la desinfección del agua, las enfermedades infecciosas ...) en lugar de a la contaminación." (Nota: la traducción desde el inglés la he realizado yo con mis limitaciones, si alguien quiere el original que me lo diga). Si la noticia hubiera sido al revés... ¿cuántos titulares de prensa y televisión hubiera acaparado?. Es un claro ejemplo de información importante que no se transmite por no ser "morbosa". Saludos.