jueves, 9 de abril de 2009

Energías Marinas

JOSÉ BARRUFET Y EL “MARMOTOR”:
En el diario El País del día 05 de abril 2004 se publicó la siguiente noticia: “Lo último en energías renovables es el aprovechamiento del oleaje. De la docena de intentos por convertir esa fuerza natural en electricidad, uno comienza a caminar. Es el primer proyecto piloto de Europa y se situará a una milla del faro del Pescador, en Santoña, Cantabria. En una superficie de 2.000 metros cuadrados, 10 boyas gigantes transformarán en corriente eléctrica el oleaje generado por su desplazamiento mecánico al subir y bajar”. Posteriormente el diario El Mundo del día 13 de mayo de 2006, en su separata NATURA, daba la misma noticia:“…Esta fuente de energía se planteó por primera vez de un modo rudimentario en la Francia revolucionaria del siglo XVIII, y comenzó a ensayarse para obtener electricidad en los años 70, tras la crisis del petróleo…”.
Sin embargo, en dichos artículos no se menciona que ya hubo otro intento en España por parte de José Barrufet y Veciana que en 1885 patentó el “Marmotor” con el mismo fin y con el mismo principio. Es curioso ver la confianza que tenía Barrufet en su invento y como presentía los amargos momentos que, como inventor español, le esperaban:
“Otras muchas pruebas y consideraciones pudiéramos alegar en defensa de nuestro aparato, pero entendemos que éste en breve se defenderá por sí mismo y que la experiencia vendrá á demostrar en práctica mucho más que cuanto hoy pudiéramos sentar como teoría. Nos anima la esperanza de que España sabrá apreciar la trascendental importancia del problema que vamos á someter á su juicio crítico. Que es resuelto, no cabe que abriguemos ni el más lejano asomo de duda. Que tendremos detractores, lo presumimos; pero estamos dispuestos á luchar para desvirtuar los efectos de mezquinas pasiones, como preparados nos hallarán para contestar en el terreno científico á cuantas preguntas y observaciones quieran hacérsenos, sin que por ello participemos de la necia presunción de juzgarnos infalibles en nuestros cálculos y apreciaciones”.
Es evidente que a pesar de su entusiasmo y esfuerzo, España no supo apreciar la trascendental importancia del problema que quería resolver y que es uno de los mayores problemas a los que se enfrenta ahora mismo la humanidad, la generación de energía (fuerza) en las cantidades que son demandadas por las sociedades modernas:
Barrufet decía, “...la fuerza en grande escala precisa el vapor y el vapor no puede prescindir del carbón mineral...”. “Una salvación, sin embargo, nos queda; la de hallar otra fuerza que sustituya al vapor, buscándola en cualquier otro elemento de los que nos suministra la pródiga Naturaleza y cuya duración sea larga como la duración de los siglos. ¿Existe algo igual sobre la superficie de nuestro globo que pueda competir con la impetuosidad de los mares? ¿Cabe presumir que cesará algún día el movimiento constante de esas masas líquidas é inmensas que al chocar en las playas parece que llaman al hombre para decirle que sirven algo más que para la navegación y usos balnearios á que la humanidad las destina?”.
Han tenido que pasar casi 120 años para que miremos de nuevo a las olas como fuente de energía, y prácticamente con los mismos argumentos que ya nuestro antecesor desgranó.

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